Estaba agazapado en mi ridículo refugio de sábanas frías y lúgubres frazadas. Había sentido ya sus pasos por el corredor, y empezaba a transpirar el humor que destila el miedo. Cerraba los ojos muy apretados, tratando de borrar las percepciones de lo que me circundaba sabiendo que aquello era imposible. Lo sabía, pero insistía en refugiarme tras los párpados, dentro de esa sensación de vacío, con el borde de la sábana interior cubriéndome los labios. Tan fría. Tan secos. Quería ocultar mi respiración, esconder los signos de mis temores a flor de piel, pero él se acercaba. Cada vez más cerca. Podía verle con los ojos cerrados. Seguramente tendría el rostro desencajado y aquel minúsculo hilo de babas que las comisuras de su boca dejaban escapar. Estaría tambaleándose de un lado a otro, sosteniéndose eventualmente de las paredes, y profiriendo inentendibles murmuraciones, enturbiadas por el pútrido olor de su aliento, añejado entre copas de trago barato y cigarrillos de marca. ¡Ya estaba en la puerta! Ya no tendría nada que hacer. Estaba todo perdido.
Pude percibir el contraste que dibujaba su figura deteniendo el amarillo resplandor de la luz del estar bajo el marco de aquella puerta. Mi puerta. Mi respiración se torno profunda en un esfuerzo de contener la náusea que el pánico empujaba desde dentro de mí. Apretaba los ojos sin disimulo, porque sabía que todo estaba echado ya. Repentinamente escuché balbucear una catarata de incoherencias, y el hedor de su voz impregnó la habitación. Busqué en la memoria el escondite de algún dulce recuerdo…pero no hallaba nada. Apretaba los dientes tan fuerte, que podía sentir una incómoda tensión en las mandíbulas. Escuche su andar y, un hilo helado recorrió mi frente, y sentí, sentí descender una traicionera lagrima que exponía mis pánicos en aquella mi cómplice oscuridad. Le tenía sobre mí. Ya no había escapatoria. Fantaseé en un instante infinitas opciones de escape, proyecté osadas maniobras, y le vi en el suelo ensangretado, lanzando maldiciones, retorcido de dolor, y me vi recostádole incontables patadas en el dorso, en la nuca, en la cara. Le miraba suplicando, implorando, y lanzando rojos salivazos que cubrían mi destendido refugio. Le maldije. Mi refugio.
Instantáneamente una macabra sonrisa se instaló en mi rostro. Dejé correr la sábana y se la mostré desafiante. Le tenía tan cerca que respiraba sus exhalaciones. Tan cerca, tan cerca. Sentí sus labios en la frente como quien se tomo un vaso de ron puro. Intenso. La náusea regresó a su simiente. Y lo impronunciable, se hizo entendible en un entreverado buenas noches.
Y me quedé dormido.
Pude percibir el contraste que dibujaba su figura deteniendo el amarillo resplandor de la luz del estar bajo el marco de aquella puerta. Mi puerta. Mi respiración se torno profunda en un esfuerzo de contener la náusea que el pánico empujaba desde dentro de mí. Apretaba los ojos sin disimulo, porque sabía que todo estaba echado ya. Repentinamente escuché balbucear una catarata de incoherencias, y el hedor de su voz impregnó la habitación. Busqué en la memoria el escondite de algún dulce recuerdo…pero no hallaba nada. Apretaba los dientes tan fuerte, que podía sentir una incómoda tensión en las mandíbulas. Escuche su andar y, un hilo helado recorrió mi frente, y sentí, sentí descender una traicionera lagrima que exponía mis pánicos en aquella mi cómplice oscuridad. Le tenía sobre mí. Ya no había escapatoria. Fantaseé en un instante infinitas opciones de escape, proyecté osadas maniobras, y le vi en el suelo ensangretado, lanzando maldiciones, retorcido de dolor, y me vi recostádole incontables patadas en el dorso, en la nuca, en la cara. Le miraba suplicando, implorando, y lanzando rojos salivazos que cubrían mi destendido refugio. Le maldije. Mi refugio.
Instantáneamente una macabra sonrisa se instaló en mi rostro. Dejé correr la sábana y se la mostré desafiante. Le tenía tan cerca que respiraba sus exhalaciones. Tan cerca, tan cerca. Sentí sus labios en la frente como quien se tomo un vaso de ron puro. Intenso. La náusea regresó a su simiente. Y lo impronunciable, se hizo entendible en un entreverado buenas noches.
Y me quedé dormido.
1 comentario:
mmm eres una mujer???
es un tanto oscuro...
está bueno pa un corto de suspense
muak
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